Somos un grupo de alumnos muy diverso. Hemos nacido en diversos países, somos capaces de hablar distintas lenguas, tenemos diferentes edades y estamos en distintas clases. Pero somos una escuela, un lugar mágico donde se aprende, es cierto, pero donde sobre todo se crea. Mi primer día de clase el año pasado fue viaje a la locura. Llegó mi profesor de historia y, sin mediar palabra, ni hablar de su asignatura, ni presentarse nos dijo con voz grave:“¿Qué ocurre cuando el alumno enseña? ¿Qué ocurre cuando el alumno deja de ser un receptor de información, y se convierte en fuente de esta? Ocurre que entramos en una forma mucho más colaborativa de la educación y en protagonistas de ella”.Fue un impacto, menor sin embargo cuando nos dijo que íbamos a crear una web, que íbamos a participar el año siguiente en el Atlas de la diversidad, que íbamos a crear un aula ODS, que seríamos escuela embajadora del parlamento Europeo, que seriamos maestros y aprendices de compañeros de otros cursos, que íbamos a descubrir las calles.Desde entonces hemos creado un anillo educativo. Una web de actualización semanal donde los alumnos mostramos el fruto de nuestros debates, discusiones y proyectos semanales. Una revista donde diseccionar la actualidad que nos rodea, como ciudadanos críticos y constructivos. Entrevistas, análisis, debates, descubrimientos… siempre asumiendo la responsabilidad de que nuestras aventuras intelectuales y emocionales, nuestro aprendizaje puede influir a los demás, al ser públicas, al atreverse a mostrar al mundo la realidad con otros ojos, con los nuestros, no solo a percibirla pasivamente con los de los demás.Cada lunes se ha hecho tan igual, y tan distinto, que se ha hecho para mí el momento más deseado. Cuando entro en mi clase de historia, ya no hay mesas, las han retirado para hacer mejor el corro, el delegado ya ha enchufado el cañón, y cada uno ya se apresura a abrir el portátil de su grupo de trabajo, e iniciar la discusión, aunque con distancia, mascarilla y frio, mucho frio que entra por las ventanas abiertas de par en par, para que entre el aire y con él la vida.Cada vez más personas, se acercan al colegio el viernes por la tarde, fuera de las horas de clase. Un alumno de 2º de químicas se ha ofrecido para dirigir un taller de html, dos de ciencias de 1º de bachiller coordinan la exposición que la semana que viene abriremos en el vestíbulo sobre Amnistía Internacional. Los de 4º están discutiendo como plasmar en la web el trabajo de esa semana en “ELAS”, el proyecto sobre igualdad y género que quieren llevar adelante, un padre de 3º de secundaria está dirigiendo un coloquio sobre nuevos tipos de empresa, para los alumnos de economía, que estos están grabando y luego compartirán en youtube y eolapaz.com, y Jorge está ayudando a Sonia, que tiene problemas con su cuaderno digital en Penzu, sobre matemáticas, aunque sus auriculares no engañan, están escuchando el programa de radio de Álvaro, un alumno de 1º de historias, y su grupo de bachillerato, están haciendo una entrevista por teléfono al vicerrector de estudiantes y muchos están atentos a las novedades que desgrana sobre selectividad en estos tiempos , como dice mi profesor, tan líquidos. Mi grupo está ayudando a los de tercero de secundaria a preparar una ficha sobre las marzas para el Atlas de la diversidad, una de nuestras grandes ilusiones este año.Todos están aprendiendo, a su ritmo, en su interés, pero la vida la aprenden en común. Y quienes les leen cada semana en sus blogs o sus web, miran por una ventanita que ocurre dentro de un colegio, dentro de las vidas de jóvenes que se preparan para ser ciudadanos. No se dan cuenta, pero están mirando el futuro, y ni un virus nos detendrá.